«La imprenta es un ejército de 26 soldados de plomo con el que se puede conquistar el mundo» Johannes Gutenberg
A día de hoy son soldados en la reserva, mutilados, aniquilados o perdidos. Me refiero a los cientos de miles de tipos de plomo que han desaparecido del mapa tipográfico desde hace poco más de 30 años, vendidos al peso como chatarra y fundidos sin contemplación para conseguir plomo, antimonio y estaño y volver a la vida como pesos para calibrar las ruedas de los coches, bornes y placas de baterías o unión de circuitos integrados.
Ha sido una aniquilación en toda regla. El offset desterró a miles de comodines y chivaletes a partir de la década de los ochenta que aun se usaban en imprentas de todo el país. El nuevo sistema de impresión era menos costoso, más rápido y más «moderno», todas las empresas impresoras se hicieron con una máquina de estas y para hacerle un hueco en el taller se fueron deshaciendo del plomo.
Me gusta escuchar a gente relacionada con las artes gráficas de antes (hoy día industria gráfica) y hay una historia que me hizo mirar de otra manera lo que hasta ahora me interesaba bien poco, la Semana Santa. Aquí en Andalucía la Semana Santa o te gusta o la sufres, yo la sufro. No me emociona ver un paso por mucho que lo intente, la música ha sido siempre lo que se ha salvado, pero esos pasos cargados de oro y metales brillantes y toda la parafernalia que los rodea…
Buscando limpiador para rodillos en garrafa pequeña di a parar con un señor mayor, dueño de una pequeña distribuidora de material para artes gráficas de toda la vida que se le encendieron los ojos cuando le conté mi intención de volver a la vida a unas minervas manuales. Hablamos durante bastante tiempo y me contó muchas anécdotas relacionadas con las artes gráficas, pero hubo una historia que me sorprendió más que ninguna. En la década de los ochenta y los noventa al ver que los tipos móviles eran despedidos de muchas imprentas se dedicó a recogerlos con su coche destartalado y vencido por el peso por todos los talleres que visitaba. Por su trabajo estaba al tanto de las imprentas que querían deshacerse de sus «soldados de plomo». Lo que me asombró fue a donde llevaba los kilos y kilos de letras.
En Sevilla hay bastantes talleres de orfebrería que se dedican al cuidado y restauración de los pasos de Semana Santa, son talleres de artesanos que tallan en maderas nobles y utilizan el oro y metales brillantes para numerosas piezas de estas obras de arte andantes. El antimonio es uno de esos metales brillantes y en aquella época su precio era desorbitado, se utiliza principalmente para dar consistencia al metal. Los talleres compraban las letras al peso, las fundían, separaban el antimonio no sé muy bien de qué manera y utilizaban el elemento deseado para repujar y hacer brillar esas filigranas, varas y palios que tantas y tantas veces he visto pasar delante de mis narices.
Me gusta pensar que algunas de esas Ibarra, Futura, Época, Cándida, Bodoni, Folio, Venus, Imprimatur, Weis, Prestige, Adagio, Sirena, Azuré, Nobleza, Gótica… y muchas otras pequeñas obras de arte volvieron a las manos de un orfebre marcadas por el destino y es que el primer fundidor de tipos móviles de plomo, Johannes Gutenberg, era orfebre.
PD: La próxima vez que contemple un paso de Semana Santa me fijaré bien, a ver si algún tipo fue mal fundido y todavía se intuye su forma insertada en algún respiradero, candelabro o adorno… ya, ya sé que no lo encontraré pero no hay que perder la esperanza 😉